miércoles, 8 de junio de 2011

El corazón de centro américa

En San Salvador se me ha suspendido el juicio, trato de muchas maneras de entender esto o aquello. He demorado muchos días pensando y tal vez al amontonarse Tegucigalpa sobre él, Managua sobre ellos dos y después San José de Costa Rica como una anatema; dudo mucho hablar de uno, sin referirme también a cada uno de los demás al menos en alguna medida. San Salvador y Nicaragua comparten el difícil pasado de la persecución y la guerra. Su gente es sumamente sensible al dolor, conocen lo que significa tener que esconder a alguien para evitar que sea asesinado por el gobierno persecutor. Sin embargo, desde mi percepción, han elaborado un relato tan distinto entre ambos, que se me escapan entre las manos las palabras precisas para entender lo que ahí sucede. Una cosa siniestra es patente en ambos lugares, lo mismo que en Honduras y claro, aún Costa Rica y Panamá. La corrupción y el estancamiento de las élites políticas es lo único que puede explicar el terrible contraste y contradicción (pobreza y opulencia) que evidencian sus poblaciones. Los Salvadoreños comparan con anhelo el gran espacio geográfico que guarda Guatemala, los guatemaltecos (o chapines) saben que no es por el espacio que su gente sufre necesidad y carencias aquí y allá. Los salvadoreños ignoran que la población de Honduras sufre la misma necesidad que ellos y los hondureños se sienten comparables en "bienestar" o "necesidad" con Guatemala. El Salvador se transforma en un ombligo, por el que pasan todo tipo de agravios. Su economía, su élite política, su derecho y constitución, han sido importados de norte américa, a través de la torpe penumbra de la "estabilidad económica" para unos cuantos y el agravado esfuerzo de la mayoría, que sostiene ese sistema mal importado, mal pensado, infantilmente seguro o perversamente estable para los intereses de aquellos pocos. El pueblo del Salvador, también tiene religión, limpia y verdadera por parte de sus fieles y turbia sino siniestra por parte de sus dirigentes. El monumento al Divino Salvador del Mundo a medio día, por el fuerte sol que ahí cae sobre la tierra, es un auténtico asador humano. La sombra que proyecta solo puede aliviar a unos cuantos, cerca del centro, en el debido ángulo en que la columna en que descansa el hemisferio y su Salvador sobre él encoronan. El resto de la plaza, el infierno que crea a las doce del medio día, podría representar el lugar donde vive la mayoría de la población, si aquella plaza, donde está aquél monumento, fuera un símbolo monumental de lo que sucede en ese hermoso país. En cada gran ciudad o país existe algo que otras ciudades o países podrían envidiar, tal vez es un lujo, tal vez es la moneda que venden sus gobernantes para decir que han trabajado mucho, tal vez es verdaderamente un logro de ese pueblo (en tanto que él es, quien debería mandar). Esa característica especial, de ese país o ese pueblo, hace que sus ciudadanos, en la más noble de sus percepciones puedan decir en el extranjero que "prefieren su país de origen" por "ello". Por ejemplo: San Salvador tiene una muy eficiente red de transporte en la ciudad, hay rutas para todas partes y su precio es bastante accesible; Guatemala explota su espacio geográfico y eso causa envidia de la buena en otros lugares, cultiva hule, caña, plátano, tabaco, etc. en grandes cantidades, en síntesis hay trabajo del duro, pero hay trabajo, es relativamente barata la vida; Honduras es barato y sus habitantes empobrecidos ven con alivio su producción de carne y las múltiples maneras de recortar gastos aprendiendo a vivir ahí. Honduras está llena de catrachos y catrachas bien alimentadas, de gente desocupada en las calles, de prostitución y de grandes artistas muy poco descubiertos, pero al menos tienen su propia moneda (la lempira), bajos impuestos y siempre existe la posibilidad de vivir aprovechando el mercado negro y la piratería como fuente de ingreso secundaria. Como en Guatemala, el comercio informal está permitido tácitamente así que uno puede auto emplearse si de pronto aprieta la necesidad. Ni qué decir de los costaricences, quienes tienen la vida más cara, un sistema de transporte organizado, fuentes de empleo por todas partes (por las múltiples transnacionales que ahí se establecen para producir sus productos), universidades en varias provincias y una sociedad que promueve "la paz" como un eslogan tan arraigado como el de "solidaridad" (que ya operaba inconscientemente en el ánimo nacional antes de ser explotado políticamente por Carlos Salinas de Gortari 1988-1994) en México. Debería agregar a Costa Rica su vasta y conocida fertilidad natural, pero ya es demasiado que envidiar. En Nicaragua si hay agua! Y nadie lo sabe mejor que ellos. Tan solo el lago más pequeño de Nicaragua tiene las dimensiones de la cuenca del Anáhuac, donde se asentó la cultura Azteca y que ahora ocupa el Distrito Federal, el lago más grande es unas veinte veces más grande que ese. Solo ahí y en Costa Rica el agua se puede beber directamente del grifo sin tener que purificarse, cosa impensable para los otros países aquí mencionados. Pero Nicaragua duele también y duele mucho. Todos los pueblos y todas las ciudades tienen "eso", su "algo", pero todo ello se ve desvanecido en cuanto giramos la mirada a la otra parte. Si giramos unos grados la mirada vemos que la mayoría de la población desde la clase media baja hasta la pobre en extremo está siendo desplazada hacia las periferias; los sectores más "productivos" (porque emplean más) económicamente son los más beneficiados o favorecidos por los impuestos que todos pagan por igual. Es decir, los países tienden a favorecer a un sector de la sociedad y no invierten la misma proporción en el resto del territorio, por ejemplo, mejorando la seguridad, alumbrado, pavimentación, en general todo tipo de servicios, para las zonas comerciales o turísticas, olvidando o relegando el interés por las zonas habitacionales o los sectores más desfavorecidos. Es verdad que se debe tener una estrategia de trabajo, y que los servicios y el mejoramiento de la ciudad debe comenzar por algún lugar, pero el contraste se aprecia tan grandemente, que tiene más el cariz de la inequidad y el olvido que el de un verdadero desarrollo estratégico. Tal vez el cuadro más desgarrador y que difícilmente puede ser puesto en discusión es cuando visiblemente la población luce: cansada, desnutrida, carente de vitalidad y alegría desde los primeros años, la edad más productiva que es la juventud y la edad más importante que son la madurez y la madurez mayor. En todas estas etapas se pueden apreciar individuos poco desarrollados físicamente, con los ojos obscuros y su madurez, tempranamente envejecida, sin haber podido entregar todo lo que podían regresar en crecimiento y aportes a la ciudad y al pais. Los territorios en que la mayoría de la gente vive, cuando regresa a sus hogares para descansar de la dura jornada son solo eso, lugares para repostar las baterías, para dormir el cansancio, para poner un somnífero al dolor con las grandes esperanzas. Las sociedades están siendo desplazadas de los centros, de sus centros, de lo que quizá en otro tiempo era su ciudad, habitable, caminable, entrañable. Pero en un movimiento de sobrevivencia o más bien dependencia, regresan todos los días al centro de la ciudad, su centro de trabajo, entonces agradecen que haya rutas rápidas, sistemas de transporte eficientes, comida rápida e informal a la mano en sus trayectos. Los habitantes de las provincias poco a poco se hacen dependientes también y con el tiempo la importación de la misma dependencia destruye su autosuficiencia rural, poco a poco, los pueblos cercanos no solamente dependen más de las grandes ciudades, sino que son absorbidos también económicamente, a tal grado que la vida deja de concebirse sin vivir desmembrado entre el trayecto de regreso a la vivienda, el trabajo y el hogar. Es triste en todas partes, ya sea en las grandes ciudades o en las pequeñas poblaciones, observar las horas robadas a cada ser humano mientras se desplaza de un lugar a otro, implorando a través de su fe que su traslado sea seguro, corto y aunque sería pedir mucho: agradable. Es triste digo, porque la fe que tiene el pueblo, se recarga toda en la súplica por la conservación de la vida cotidiana, que en este juego complejo e inequitativo de ir y venir, se transforma en una ruleta rusa que opera en todas partes sobre los seres humanos que se desplazan todos los días para poder ir a trabajar. No es extraño entonces que en centroamérica se viva con miedo, las caras de todos y todas apenas aceptan la sonrisa del extraño, del recién llegado, del extranjero, del desconocido. Por el grado de aceptación he podido medir el miedo, por esa aceptación a la inquietud del forastero, a la duda del desorientado que pregunta por una calle o que quiere simplemente pedir permiso para pasar; se puede saber según yo y el departamento de alta psicología terrícola de la universidad de júpiter en saturno: mucho. Yo diría que en Guatemala percibí miedo de la gente antes de que sepan lo que estás preguntando, luego desinterés; en el salvador desconfianza, hasta el momento en que comprenden que tienes una duda y después una inusitada solidaridad contigo, que llega al punto de la preocupación por la persona misma. En El Salvador llegué a sentir que si seguía demostrando mi inocencia y debilidad, la gente de verdad me acompañaría hasta mi casa de la mano, sin importar lo demás; En Honduras la vida del otro no vale nada, lo siento, lo sentí, la gente común carece de memoria y tiene una orientación geográfica inocente, o intenta embaucarte astutamente. En Honduras, los grandes corazones, guardan silencio, son las almas más calladas, los otros, no. Quizá por eso los autobuses de transporte colectivo son silenciosos, quizá la gente es muy buena, pero esa, se esconde muy adentro del bullicio; En Nicaragua la gente tiene miedo pero quisiera ayudar, es una mezcla extraña entre lo que sucede en honduras y el salvador. En Nicaragua la gente cree que no puede dar más porque de cualquier manera siempre lo da todo, si yo fuera su psicólogo insensible, diría que son víctimas totales, diría que lo saben, diría que no les gusta sentirse así y diría que tampoco saben qué hacer con ello. Diría que en su estado mas sano, dan todo y ya, naturalmente, así de simple y quienes estuvieran en el otro polo no pueden concebir que alguien de algo sin algún interés. Si quisiera ser sumamente simple y mal explicado, diría que entre esos dos extremos oscila el carácter y contradicción de los Nicas. En una participación del publico en el reciente congreso de antropología en Honduras, preguntaron al ponente porqué razón en Nicaragua no había maras como en el Salvador. A la respuesta satisfactoria (que no la del congreso) yo le otorgaría el nóbel de centroamérica. Los costarricences se cuecen a parte porque son ticos. Gran porcentaje de la población sufre del mismo problema: incapacidad de expresar su disgusto. Una amiga me describió este síntoma de una manera muy cotidiana: "Si a un tico le preguntas cómo te ves, y no le gusta como te ves, te va a decir: mmm yo creo que hace mucho sol para esa ropa, o, esos colores van mejor con el frio del invierno, etc. Pero nunca te dirá que NO LE GUSTA y punto." La incapacidad para poder asimilar sus propios sentimientos podría ser la constante en su funcionamiento afectivo. Ello se ve reflejado en su conducta: Los ticos tragan, pero no digieren; se amontonan ya arriba, cerca de la entrada del autobús y no pasan para atrás. Si algo les molesta, lo suavizan porque "¡la paz es el símbolo de los Ticos!". Tienen una enorme conciencia de todos sus males pero solo unos cuantos se asumen con la capacidad de enfrentarlos, el resto decide padecerlos estoicamente, o desde la auténtica debilidad asumida humildemente. Decía Teresa de Ávila "La humildad es verdad" y en ellos se cumple cabalmente. Esta humilde debilidad los hace tender a la honestidad al menos con el exterior, por eso existe la fama de "la honestidad de las mujeres ticas". De ahí que los extraños los vean como personas muy honestas, pero "blanditos". Un Tico cumple y hace lo que se propone. Los Ticos, siempre tendrán problemas estomacales o intestinales y todo ello se lo atribuirán a las bacterias de la comida. Qusiera poder terminar este artículo alguna vez... En la ruta...